4 de Julio: Un país libre para adorar a Dios
Mientras Estados Unidos celebra su independencia, muchos creyentes reflexionan sobre la bendición de vivir en una nación donde la fe puede ser vivida con libertad. En el sur de la Florida, esta libertad se celebra con gratitud, memoria y esperanza.
Cada año, el 4 de julio se convierte en una ocasión para recordar uno de los momentos más trascendentales de la historia de Estados Unidos: el día en que trece colonias declararon su independencia del Reino Unido y se estableció una nación fundada sobre los ideales de libertad, justicia y autodeterminación. Pero para millones de cristianos que hoy llaman a este país su hogar, esta fecha tiene un significado aún más profundo. Se trata de una oportunidad para reconocer y agradecer a Dios por la libertad que permite vivir la fe de manera abierta, servir a otros y formar nuevas generaciones en el amor de Cristo.
Miami, con su diversidad cultural y espiritual, es testimonio viviente de cómo la libertad en este país ha permitido que la Iglesia florezca en múltiples expresiones. Desde congregaciones anglosajonas centenarias hasta iglesias hispanas vibrantes que llenan auditorios cada domingo, la ciudad refleja una bendición que no todos los países disfrutan: poder levantar las manos en adoración sin temor, compartir la Palabra de Dios en la calle, y orar públicamente por la nación.
María del Carmen Ruiz, una mujer cubana que llegó a Miami hace una década, conoce el valor de esa libertad como pocos. “En Cuba, debía esconder mi Biblia. Orar en voz alta podía significar problemas, incluso cárcel”, recuerda con los ojos llenos de emoción. “Pero cuando llegué aquí, sentí como si me quitaran una venda. Caminaba por la ciudad y veía iglesias abiertas, personas cantando alabanzas en los parques, jóvenes hablando de Jesús en las universidades. Fue entonces que comprendí que Dios me había traído a un lugar donde podía vivir plenamente en Él”.
Ese anhelo de vivir la fe con autenticidad es compartido por muchos. La libertad religiosa, consagrada en la Primera Enmienda de la Constitución, ha sido uno de los pilares más preciados de la sociedad estadounidense. Sin embargo, no todos llegan a esta tierra con la misma experiencia. Muchos han huido de dictaduras, persecuciones o ambientes hostiles donde el nombre de Cristo debe pronunciarse en voz baja.
Jorge Ramírez, un padre de familia venezolano que llegó a Estados Unidos con su esposa y dos hijos en 2017, lo explica con claridad: “Lo que más temía era que mis hijos crecieran sin esperanza. En Venezuela, la inseguridad era diaria, y la situación política apagaba el espíritu. Pero aquí, en este país, además de encontrar refugio, encontramos propósito. Mis hijos van a la escuela sin miedo, pueden hablar de Jesús con sus amigos, y nosotros servimos en la iglesia cada fin de semana. El 4 de julio para nosotros no es solo un feriado. Es un recordatorio de que Dios abrió una puerta donde antes no la había”.
La libertad también permite a los creyentes ser parte activa de la sociedad, como luz y sal en medio de las ciudades. A través de iglesias, misiones urbanas, escuelas cristianas y ministerios comunitarios, muchos cristianos encuentran en este país el terreno fértil para sembrar valores eternos. En un mundo que cada vez relativiza más la verdad, tener la libertad de proclamar el evangelio sigue siendo una gran responsabilidad.
Ana Cristina López, una joven de 24 años nacida en Miami de padres nicaragüenses, creció entendiendo el precio de esa libertad. “Mis padres me contaban cómo, en Nicaragua, las iglesias eran vigiladas y muchas veces amenazadas. Aquí, en cambio, yo crecí sirviendo en el ministerio juvenil, organizando campañas evangelísticas en la playa y hablando de Dios en redes sociales sin miedo. A veces, damos esa libertad por sentada, pero cada 4 de julio me esfuerzo por recordarla, agradecerla y defenderla. Más que solo como ciudadana, sino como hija de Dios.”
Más allá de las festividades, de los fuegos artificiales y los conciertos patrióticos, este día es un llamado a la oración. Porque aunque Estados Unidos ha sido bendecido con libertad, esa libertad no está garantizada para siempre. Es deber de la Iglesia interceder por la nación, por sus gobernantes y por las futuras generaciones. Para asegurar que el corazón de la nación siga latiendo al ritmo de la justicia, la misericordia y la fe en Dios.
Como cristianos, entendemos que la verdadera libertad no se limita a lo político. La libertad más profunda es la que se encuentra en Cristo. Él dijo: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). Pero cuando un país permite que esa verdad se proclame sin cadenas, sin censura y sin temor, es digno de gratitud.
Hoy, mientras las banderas ondean en cada casa y los cielos se llenan de luces, millones de creyentes en Estados Unidos, especialmente en la Florida, elevan una oración de gratitud. Porque la libertad que este país ofrece se honra, se cuida y se agradece profundamente a Dios.