El Misterio del Asiento 11-A
El 12 de junio de 2025, el vuelo AI171 de Air India se estrelló poco después del despegue, dejando una escena devastadora y más de 240 víctimas fatales.
Entre los restos retorcidos del fuselaje, en medio de fuego, humo y silencio, los rescatistas hallaron algo imposible: un solo sobreviviente. Un hombre, Vishwash Kumar Ramesh, británico de origen indio, salió con vida. Iba sentado en el asiento 11-A.
La noticia conmovió al mundo. ¿Por qué ese asiento? ¿Por qué él y no otro? ¿Qué hizo la diferencia? Algunos señalaron la estructura reforzada cerca del ala, otros la cercanía a la salida de emergencia. Pero más allá de lo técnico, surge una pregunta más profunda: ¿por qué Dios permite que uno viva y tantos otros no?
Desde una cosmovisión cristiana, la vida no es azar ni probabilidad. Cada persona nace con un propósito divinamente asignado, y cada día vivido es una oportunidad para caminar en ese diseño. El asiento 11-A, entonces, deja de ser un número cualquiera para convertirse en símbolo: el lugar que Dios te reservó, no por suerte, sino por propósito.
En ese asiento no caben dos personas. Está hecho para uno. Y requiere responsabilidad. El que lo ocupa no solo sobrevive: es preservado con un llamado. Vishwash, aún conmocionado por la tragedia, expresó su incredulidad: “No sé cómo sobreviví… solo pedía que encontraran a mi hermano”. Sus palabras reflejan algo que todo sobreviviente espiritual experimenta: una mezcla de gracia inmerecida y una urgencia interior de no desperdiciar la vida.
En la Biblia, vemos ejemplos similares. Moisés fue salvado de las aguas mientras otros bebés hebreos eran asesinados. Esther fue escogida reina “para un tiempo como este”. Pablo cayó del caballo no para morir, sino para ver. Cada uno fue colocado en su propio «11-A», un lugar de preservación con un peso eterno.
Así también, tú y yo tenemos nuestro asiento. No en un avión, quizás, pero sí en la vida. Dios te ha dado dones, un lugar en Su Reino, y personas a tu alrededor que necesitan lo que solo tú puedes aportar. No se trata de vivir por vivir, sino de vivir consciente de la asignación. ¿Dónde estás sentado hoy? ¿En qué parte del plan eterno estás?
El 11-A representa algo más que una fila. Es la responsabilidad de estar vivo cuando otros no. Es reconocer que si sigues aquí, es porque hay algo que Dios todavía quiere hacer contigo y a través de ti. No somos dueños del tiempo, pero sí mayordomos del propósito.
Vivir desde esta perspectiva cambia todo. La rutina se vuelve misión. El trabajo se vuelve ministerio. Las relaciones se vuelven oportunidades para reflejar a Cristo. Porque sabemos que no estamos aquí por accidente, sino por diseño divino.
Al final, la historia del 11-A no se trata de un asiento físico. Se trata de tu lugar en el corazón de Dios y en el mundo. Si estás leyendo esto, si estás respirando, entonces tu 11-A sigue ocupado. No dejes tu asiento vacío. No huyas de tu llamado. Ocúpalo con gratitud, con obediencia, con fe.
Porque un día, cuando el vuelo de esta vida aterrice en la eternidad, queremos escuchar esas palabras que todo siervo fiel anhela: “Bien, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21).