6-7 José era un hombre bien parecido. Con el tiempo, la esposa de su patrón se enamoró de él y, un día, le propuso:

—Acuéstate conmigo.

8-9 Pero José se rehusó, por eso le contestó:

—Mira, conmigo aquí, mi patrón no necesita preocuparse de nada de lo que sucede en la casa, pues me ha puesto a cargo de todo lo que posee. Me trata como a un igual. Lo único que no me ha entregado es a ti. ¡Eres su esposa, después de todo! ¿Cómo podría violar su confianza y pecar contra Dios?

10 Día tras día, sin embargo, ella lo perseguía, pero él se mantuvo firme y se negó a acostarse con ella.

11-15 Uno de esos días, José entró a la casa a cumplir con su trabajo y como ninguno de los sirvientes se encontraba allí, ella lo agarró por su manto y le rogó: «¡Acuéstate conmigo!». Entonces él, dejando su abrigo en manos de ella, salió corriendo de la casa. Cuando ella se dio cuenta de que él había dejado su abrigo en sus manos y salió corriendo, llamó a los sirvientes de la casa y dijo: «Miren, este hebreo aparece y, antes de que se den cuenta, está tratando de seducirnos. Trató de acostarse conmigo, pero grité tan fuerte como pude. Con todos mis gritos, dejó su manto a mi lado y salió corriendo».

16-18 La mujer dejó el manto de José allí hasta que su marido volvió a casa y le contó

la misma historia: «El esclavo hebreo que nos trajiste, se me acercó y trató de abusar de mí. Cuando grité, dejó su manto y salió corriendo».

19-23 Al oír Potifar el relato de su esposa y las cosas que su esclavo le había hecho, se enfureció y lo echó en la cárcel, donde estaban encerrados los prisioneros del rey. Sin embargo, allí en la cárcel Dios siguió estando con José: le mostró su bondad y lo puso en buenos términos con el jefe de la cárcel. Este puso a José a cargo de todos los prisioneros y terminó manejando toda la prisión. El jefe de la cárcel le dio permiso a José para que actuara libremente, ni siquiera lo controlaba, porque Dios estaba con él; hiciera lo que hiciera, Dios se aseguraba de que todo fuera para bien.

—Génesis 39:6-23 Biblia El Mensaje

José eligió perder antes que fallarle a Dios.

Podría haber negociado con su conciencia, justificarse o pensar que nadie se enteraría. Pero prefirió conservar su integridad, aunque eso le costara su reputación, su trabajo y su libertad.

La historia humana está llena de personas que cedieron por miedo a perder… y se perdieron a sí mismas. Pero José entendió algo que muchos aún no comprendemos: la fidelidad vale más que el éxito inmediato.

A veces la vida te pone en situaciones donde hacer lo correcto no te conviene. Ser honesto te puede cerrar puertas. Ser fiel te puede dejar solo. Pero ahí es donde Dios te observa con mayor atención. No para castigarte, sino para confiarte lo que viene después.

El día que José fue encarcelado, su historia no terminó: comenzó su promoción. Porque en el Reino, la integridad siempre precede a la influencia. Lo que parece una pérdida, Dios lo usa como plataforma para llevarte más alto.

Fidelidad no es solo decir “no” al pecado; es decirle “sí” a Dios, aunque duela.José no corrió por miedo, corrió por convicción. No huyó de una mujer, huyó de la posibilidad de traicionar su propósito.

Y Dios siguió con él… incluso en la cárcel.

Porque la presencia de Dios no se aleja cuando el mundo te malinterpreta; se acerca más.

Aplicación práctica:

  1. Elegí ser fiel, no exitoso.El éxito puede esperar; la fidelidad no. Lo que ganás sin integridad, lo perdés sin aviso.
  2. Recordá que el precio de la integridad nunca es pérdida.Lo que parece una derrota hoy, será tu testimonio mañana.
  3. No vivas para agradar a Potifar ni para defenderte de su esposa; viví para agradar a Dios.La opinión de los hombres cambia; la recompensa de Dios permanece.
  4. Confiá en que la injusticia no tiene la última palabra.José fue acusado falsamente, pero su fidelidad escribió el resto de su historia.

Oración:
Señor, enséñame a elegir lo correcto aunque me cueste. Que mi fidelidad no dependa del reconocimiento ni del resultado, sino de tu presencia. Cuando otros me malinterpreten o me juzguen injustamente, recuérdame que vos estás conmigo. Hazme fiel, aun cuando parezca que todo se desmorona. Amén.

La fidelidad tiene precio, pero también tiene recompensa. Los que pagan el precio… gobiernan después.

Por: Sergio Daldi | CEO & Presidente Grupo Nivel Uno / Casa Creacion | www.bibliaelmensaje.com